14.9.08

I




Ahí estaba este tipo. Medianamente alto, delgado y con un rostro de fastidio terrible. En su mente danzaban sentimientos de aniquilación, negación, de sed de culminación. Recordaba también en ese momento el sueño de la noche anterior. Soñaba con esta amiga suya, una amiga de toda la vida. Soñaba que ella no lo miraba más, que ella no lo escuchaba más, que se acostaba con sombras extraña. Soñaba que solo en su pieza, pintaba dos cuadros. El primero, tenía un fondo oscuro, como el más pútrido rincón del peor barrio de la ciudad. De ese rincón salía una música cautivadora, seductora. Su amiga, sentada en el sucio piso de aquél rincón era rodeada por esa música. Su piel blanca se fusionaba con las notas. A ratos más vieja, a ratos más sensual, la música la alteraba al instante en que el tipo pasaba los dedos sobre la tela, acariciándola. El segundo cuadro era casi una copia del primero, pero desplazado en el tiempo hasta algún atardecer. Ya todo un poco más silencioso. Una vez terminadas las pinturas, las tomaba y se las iba a entregar a su amiga. Cuando llegó al departamento dos personas le cerraban la puerta, él las conocía bien. Empujó la puerta para pasar, pero estas dos personas le detenían el paso. Comenzó a gritar, a llamar a su amiga, le decía que le había escrito dos canciones que la iba a matar y que iba a matar a cualquiera que se cruzara en el camino. En eso pudo abrir unos centímetros la puerta, por el agujero que quedó pudo escupir al que detenía la puerta, este retrocedió un poco dejando más espacio para que se abriera la puerta. Tomó las pinturas y las lanzó adentro, después lanzó un fuerte puñetazo al de la puerta al momento que reía a carcajadas y gritaba: “¡te voy a matar huevón, te voy matar!”

Yo creo que tal vez él era un poco distinto, distinto más aún dentro de lo distinto que somos todos. Pude ver por ejemplo, en el preciso instante en el que alcanzábamos la última estación, que el tipo en resumidas cuentas era un loco. Que tenía aquella determinación en los ojos que te hace pensar en todo lo que tuvo que pasar para llegar a aquél segundo en el que decidía dar un salto fuera de la cordura y que es lo que te tiene que pasar aún a ti para tomar una decisión parecida. Caminaba endemoniadamente rápido, por lo que me costaba cierto trabajo alcanzarlo, pero podía ver en su caminar lo inevitable de lo que hacía. Supongo que en aquél momento iba recordando a todos sus amigos, a su familia, y a sus amores. Los consideraba tal vez, siempre afuera del límite en el que él consideraba que pasaban las cosas reales, las que tocaban su alma, las que lo hacían llorar, o sonreír. Se preguntaba quizás, si alguna vez algo de eso fue de verdad, tangible. Recordó algunos momentos en los que sintió llegar un poco más allá de las ataduras. Entre todos esos momentos le llamó la atención recordar a su ex novia, Constanza.

continúa..

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