I parte
II parte
III parte
IV parte 
En mi desesperación por encontrar LA respuesta me acerco y lo miro directamente a los ojos. Se que ya no tiene obligaciones conmigo ni con el mundo en general. Busco y busco en su mirada alguna pista, pero veo un ser transparente, a través de él veo el río, y más allá el cielo, el mar, islas y tormentas. El me mira con un rostro eterno. No sé que edad podría tener, no sé si está triste o contento, si se siente avergonzado o intrigado. Tal vez, es todo a la vez, si eso es posible. Solo sé que él está ahí y que yo solo estoy en función de lo que al le parezca, soy su creación. En este punto me avergüenza, ser tan poco, tan invisible, tan lleno de cargas que me hacen ser demasiado liviano para dejar huellas, ser una pintura un poco descolorida ¡Pero no, hay un camino, hay una manera, hay una trampa que se puede hacer contra todo lo que nos ata y nos bloquea, todo lo que nos quita la posibilidad de ser verdaderos! Le pregunto con la mirada. Y en el instante en él que el comprende la pregunta y me da la respuesta: Una sonrisa. Me doy cuenta de lo inútil que es soñar, de lo vano que es imaginar, que la existencia está siempre un poco más acá, más sensualmente cerca, físicamente táctil de lo que imaginamos. Me doy cuenta que su respuesta es fútil, que yo ya he abandonado, tanto como él, cualquiera atisbo de inexistencia. Me doy cuenta que el sigue sonriendo, que se corre un poco y mira hacia el río, que yo me acerco a la orilla y veo el río también, y que ahí abajo, muy abajo veo mi reflejo distorsionado por las olas. Me veo a mi mismo, totalmente solo, que he abandonado todo, que soy todo lo quiero ser, que soy mi sueño, que soy mis deseos, que soy todo lo que puedo alcanzar a crear, otro mundo, otra realidad. Y así, totalmente libre, salto a la culminación final.
Ahora, en el aire entre el puente y las aguas, donde el tiempo se detiene y pareciera suspenderme entre mil paisajes a la vez, escucho por fin el silencio, y detrás, la voz de todo lo que fui, soy y seré. Y veo, claramente, el lugar hacia donde me dirijo: una nueva vida, para un nuevo yo.
* * *
18.9.08
V
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Gonzalo F.
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17.9.08
IV
I parte
II parte
III parte
Figuras arcaicas cazando inmensos toros, fornicando y danzando en trance chamánico el ciclo ígneo que es de donde todos provenimos. Supongo que no debe sorprender su perplejidad al encontrar tamaño desastre. Todos alguna vez hemos entrado en ese estado que se transforma en un punto de inflexión en nuestra vida, en el que estamos seguros que nada, a partir de entonces, será igual o recordará, si quiera, lo anteriormente vivido. Pero casi todos, sin siquiera resistirnos, volvemos, pero aquél ser, que ahora camina con las manos en sus bolsillos en dirección hacia el río, no ha regresado. ¿Como lo sé? La verdad es que no hay manera de saberlo, pero ¿es posible estar tan intrínsicamente ligado a esas líneas imaginarias que son la costumbre, y a la vez estar tan desfasado del como transcurre el tiempo alrededor, caminar tan lento, avanzar tanto, flotar un poco sobre la hierva y dejar de “representar”, “proyectar” o “transferir”?
Regreso al punto en el que él se transformó en una especie de portal entre todo lo que somos y todo lo que queremos ser y simplemente no encontré respuestas, o más que respuestas, no encontré caminos. Y ahora que lo veo apoyado en la baranda del puente mirando hacia las montañas no dejo de comprender como tomó sus cosas aquél día, las dispuso en un círculo simbólico y les prendió fuego. Como salió de su departamento, bajo las escaleras pisando suavemente cada escalón, sintiendo por primera vez, encontró un camino que jamás hubiera tomado, y lo siguió. Como miraba a su alrededor y veía el mundo como una nueva canción. Cada color, cada particular color… Cada sonido… Todo por primera vez pasando sin intermediaros directo a su alma. Él, siendo él. Conversando silenciosamente con todo dios. Siendo un pedazo de roca, con el calor y el frío, con la soledad. No comprendo como se puede llegar hablar ese idioma. Como se puede estar tan íntimamente ligado con todo.
Y termina..
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Gonzalo F.
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16.9.08
III
I parte
II parte
A estas alturas yo ya sabía más o menos lo que se proponía, la cosa, era averiguar el porqué, sus motivaciones, sus razones. Adivinar el impulso que hacía que cada paso que daba fuera inevitable. Busque un poco en mí mismo las respuestas, en un esfuerzo, al decir verdad, no muy monumental, traté de imaginar la situación en la que yo llegaría a hacer algo así. Cuando lo vi otra vez detenerse y sentarse un segundo en el pasto de aquella plaza capitalina. Comprendí al instante que la energía que lo movía no venía, por así decirlo, desde atrás. No desde un pasado, no desde un cúmulo de circunstancias o hechos. Todo estaba ahí delante, hacia donde apuntaba. ¡Estaba siendo tentado! ¿Pero no lo hemos estado todos alguna vez?, ¿no hemos deseado todos alguna vez terminar con el curso que sigue nuestra vida? Dejar nuestra casa, viajar, tomar todas nuestras cosas y quemarlas en una hoguera catártica. Ir y golpear al que nos miró despectivamente hace unos días, besar a esa persona prohibida, dejar todo y a todos sin mencionar palabra alguna, y no tener siquiera que preguntarnos si se preocupan por nosotros. Que todo alrededor deje de clamar nuestro nombre y que simplemente desaparezcamos. No tener más compromisos. Poder ser libres de crear algo totalmente nuevo y no impregnado de todo lo que renegamos. Pero la inercia es terriblemente más fuerte. ¡¿Qué conocimiento divino, que música celestial, que dios o religión, que mierda de muerte tiene que golpearnos y destrozarnos para que podamos vomitarlo todo, y gritarlo todo y desgarrarnos las caras llenándonos de cicatrices, independizarnos de esta estupidez de estilo en la que se ha transformado todo?!
Al pensar en esto me pregunté que tan lejos habrá llegado él. ¿Habrá sido en ese momento en el que se levantaba una vez más, estiraba los brazos y sonreía maliciosamente, en verdad un poco más libre que el resto? Lo imaginé despertándose por la mañana, abriendo lentamente los ojos para encontrarse con un ocre cielo color pastel en donde pudo haber habido un profundo azul moteado de nubes blancas arrastradas por el viento. Girando sobre su costado cerrando los ojos una vez más, intentando desesperadamente aferrarse al intermedio que son los sueños, que ridiculizan todo, erotizan todo, y que transforman todo a carne, a muerte y a sonido. Lo vi fallar en su intento de alienación, levantarse pesadamente y recorrer el corto trecho hasta el baño. Mirarse en el espejo, sacarse la mugre de los ojos, lavarse la cara y escupir. Imaginé entonces su rostro al encontrarse con todas sus cosas apiladas, su ropa, sus libros, sus partituras, la tele, en fin, todas sus cosas apiladas de manera ritual en medio de la sala de estar. Ver sorprendido, las paredes pintadas con símbolos que ahora no comprendía.
un poco más..
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Gonzalo F.
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15.9.08
II
I parte
La vio primera acostada de espaldas mirándolo fijamente, él, arrodillado a un costado de la cama mirándola intensamente. Sus ojos buscaban en que parte de aquél rostro empezaba el tiempo en donde terminaba. Al momento en que desplazaban sus manos por sobre las sábanas en dirección al cuerpo del otro se daban cuenta en que no había distancia intermedia, no habían espacios.
Vio después, como se tumbaba junto a ella. Como sentía que podía dejar de respirar porque ella respiraba por ambos. Su corazón se podría haber detenido y su sangre hubiera seguido corriendo solo para no dejar de sentir el tacto de ese ser a su lado.
No recordó ninguna palabra, solo miradas, solo olores, solo texturas. Todo mezclado, como una especie de comida eternamente deliciosa que no los podía satisfacer.
Vivía un sueño.
Cuando alcanzaba una calle particularmente poco concurrida se detuvo un instante, solo un segundo. Miró hacia la derecha y siguió su marcha. Continué detrás de él guardando siempre mi distancia. Cuando alcancé el lugar donde se había detenido miré a mi derecha. Vi allí una capilla colonial casi en ruinas. Se hubiera derrumbado de hecho, si no fuera por unos inmensos pilares de acero que la sostenían. Me di cuenta entonces que había pasado por su mente. Revivía años atrás un momento en el que caminaba con algunas personas. No las conocía todas, pero sentía que no necesitaba días, ni lugares, ni circunstancias para sentirse cómodo ahí. Estaba donde quería, haciendo lo que quería, existiendo en un estrecho lugar donde ya no necesitaba desear, no necesitaba imaginarse para los demás o para sí mismo. Estaba parado en el preciso cuadro donde podría vivir estando seguro de había logrado todo lo que se propuso. Era un artista, era un poeta, era un músico sin partituras o piano que solo necesitaba cerrar los ojos para comenzar a escuchar timbales, trombones y cornos. Sus pasos creaban, sus ojos creaban. Toda realidad a su alrededor era obra de su mente y de la pasión por crear un mundo en el que no tengamos que negar nada. La vida era éxtasis.
sigue..
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Gonzalo F.
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14.9.08
I
Ahí estaba este tipo. Medianamente alto, delgado y con un rostro de fastidio terrible. En su mente danzaban sentimientos de aniquilación, negación, de sed de culminación. Recordaba también en ese momento el sueño de la noche anterior. Soñaba con esta amiga suya, una amiga de toda la vida. Soñaba que ella no lo miraba más, que ella no lo escuchaba más, que se acostaba con sombras extraña. Soñaba que solo en su pieza, pintaba dos cuadros. El primero, tenía un fondo oscuro, como el más pútrido rincón del peor barrio de la ciudad. De ese rincón salía una música cautivadora, seductora. Su amiga, sentada en el sucio piso de aquél rincón era rodeada por esa música. Su piel blanca se fusionaba con las notas. A ratos más vieja, a ratos más sensual, la música la alteraba al instante en que el tipo pasaba los dedos sobre la tela, acariciándola. El segundo cuadro era casi una copia del primero, pero desplazado en el tiempo hasta algún atardecer. Ya todo un poco más silencioso. Una vez terminadas las pinturas, las tomaba y se las iba a entregar a su amiga. Cuando llegó al departamento dos personas le cerraban la puerta, él las conocía bien. Empujó la puerta para pasar, pero estas dos personas le detenían el paso. Comenzó a gritar, a llamar a su amiga, le decía que le había escrito dos canciones que la iba a matar y que iba a matar a cualquiera que se cruzara en el camino. En eso pudo abrir unos centímetros la puerta, por el agujero que quedó pudo escupir al que detenía la puerta, este retrocedió un poco dejando más espacio para que se abriera la puerta. Tomó las pinturas y las lanzó adentro, después lanzó un fuerte puñetazo al de la puerta al momento que reía a carcajadas y gritaba: “¡te voy a matar huevón, te voy matar!”
Yo creo que tal vez él era un poco distinto, distinto más aún dentro de lo distinto que somos todos. Pude ver por ejemplo, en el preciso instante en el que alcanzábamos la última estación, que el tipo en resumidas cuentas era un loco. Que tenía aquella determinación en los ojos que te hace pensar en todo lo que tuvo que pasar para llegar a aquél segundo en el que decidía dar un salto fuera de la cordura y que es lo que te tiene que pasar aún a ti para tomar una decisión parecida. Caminaba endemoniadamente rápido, por lo que me costaba cierto trabajo alcanzarlo, pero podía ver en su caminar lo inevitable de lo que hacía. Supongo que en aquél momento iba recordando a todos sus amigos, a su familia, y a sus amores. Los consideraba tal vez, siempre afuera del límite en el que él consideraba que pasaban las cosas reales, las que tocaban su alma, las que lo hacían llorar, o sonreír. Se preguntaba quizás, si alguna vez algo de eso fue de verdad, tangible. Recordó algunos momentos en los que sintió llegar un poco más allá de las ataduras. Entre todos esos momentos le llamó la atención recordar a su ex novia, Constanza.
continúa..
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Gonzalo F.
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2.9.08
Siento un dolor que me es conocido. Todo atisbo de felicidad, todo placer, toda esencia a desaparecido. Caigo fulminado por un rayo que me parte en dos, que me quema desde adentro. No se que hacer conmigo mismo. Hacia donde caminar, que desear, que creer. Porque ahora no creo nada. Para mí ahora no existe nada, al menos, no más de lo que alcanzo a sentir como un profundo dolor. Siento una muerte, un abandono, y una impotencia por no poder alzar las manos y aferrarme a algo. Solo aleteo en el aire, y el sonido es como de hojas secas.
La música alrededor mió se ha hecho silencio. Mis pasos transcurren ahora entre rocas afiladas que cortan mis pies. El cansancio me rinde. De rodillas siento aun la mano que me desgarra desde adentro. Es la muerte. No puedo hablar, no puedo moverme, no puedo llorar. Es aniquilación. No hay futuro, no hay esperanzas, no hay determinación. Todas las profecías erróneas, todos los cálculos equivocados. Los paisajes a mí alrededor se vuelven incoloros y las aves en el cielo disminuyen su velocidad hasta detenerse y caer pesadamente al suelo.
No tengo refugio ni hogar. He roto una vez más conmigo mismo y mi único deseo para ese ser ajeno es la decapitación. No creo, no creo, no creo. Lo único tangible es el vació, el silencio, la ausencia. Estoy totalmente libre, pero atrapado en la carencia de un destino. A medida que mi nombre ya no se pronuncia, soy olvidado. No encuentro puentes, no encuentro lazos. Soy nada, y nadie.
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Gonzalo F.
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